Reflexionando sobre ello, creo que si echamos la vista atrás encontraremos momentos de felicidad, risas y alegría.
Recuerdo el festival de Navidad que celebrábamos en el colegio, los ensayos, los nervios y risas con las compañeras…
Recuerdo estar sacando todos los adornos de las cajas del desván para adornar el árbol mientras decidía con mis hermanas quién colocaba la estrella, quién ponía el Belén...
Recuerdo la Nochebuena, la comida que preparaban mis padres con esmero, cuando nos reuníamos los primos, tíos, abuelos, yo tocaba el piano mientras los demás cantaban villancicos…
Recuerdo cuando escribía la carta a los Reyes comenzando siempre: ”He sido muy buena este año…”
La noche de Reyes, la noche mágica del año, en la que me costaba mucho dormir...
Y el 6 de enero cuando me despertaba y acudía al salón para ver los regalos, ¡qué momento tan especial y dulce!
Es verdad que esa inocencia va cambiando tras los años así como tus prioridades. Cuando llega la adolescencia, las reuniones familiares pierden un poco tu interés y empiezan a aburrirte, lo único que te interesa es saber hasta qué hora te dejarán salir tus padres en fin de año.
Más adelante empiezas a trabajar y no siempre el trabajo te permite disfrutar de esas reuniones familiares. Entonces la ilusión por esas fechas disminuye.
Pero la magia de la Navidad vuelve a aparecer cuando tienes hijos, adornando tu hogar, preparando la comida familiar…Se ve con otros ojos, hacemos muchas cosas por ellos, porque esos, luego serán también sus recuerdos.
Sé que a veces hay razones para sentirse triste pero también miles de razones para sentirse feliz y disfrutar con lo que tenemos en cada momento de nuestra vida.
Mi ilusión es intentar hacer feliz a mi familia, mis amigos y todos mis seres queridos, buscar un momento para todos ellos y disfrutar de lo que tengo ahora.
Deseo con todo mi cariño que la magia de la Navidad os ayude a ser felices y a conseguir vuestros sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario